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El pasado 28 de octubre, tuve el honor de presentar mi libro Estación de Francia.  Lo que mi padre nunca contó,  en la sede de Olei Afula, en el norte de Israel. Fue una tarde profundamente emotiva, marcada por la memoria, la gratitud y el encuentro entre historias compartidas.

Quiero expresar mi sincero agradecimiento a la directiva de Olei Afula por su generosa acogida y su impecable organización. Extiendo también mi gratitud a la presidenta de Wizo Afula y a la expresidenta, cuya madre era española, por su presencia cálida y por las palabras de afecto y apoyo que me dedicaron.

Me conmovió especialmente ver entre el público a personas venidas de otros lugares, de kibutzim cercanos y a quienes, incluso desde una silla de ruedas, quisieron acompañarme en esta cita con la memoria. Cada rostro, cada mirada atenta, hizo de esta presentación un momento inolvidable.

Quiero expresar mi gratitud a la Olei Afula  por el hermoso obsequio que me han entregado. Una pieza, que representa la paz y lleva grabado el nombre de Jerusalén. Simboliza un mensaje profundo de esperanza y unión entre los pueblos. Recibirla ha sido un honor y un gesto que guardaré con gran cariño y afecto.

Mi agradecimiento más profundo a Paola Zacarías, cuya dedicación y sensibilidad hicieron posible este encuentro y a Débora Keller, maquetadora del libro, por su impecable trabajo y por haber dado forma visual a la emoción de mis palabras.

Olei Afula se convirtió, por una tarde, en una estación de la memoria y la esperanza. Un lugar donde las historias del pasado encontraron eco en nuevas voces y donde la gratitud se transformó en un puente entre España e Israel.